domingo, 23 de agosto de 2009

LA CIUDAD INDUSTRIAL

LA


CIUDAD

INDUSTRIAL
En 1763 se escribió: “La verdadera sensación de lo bello es semejante a un yeso fluido lanzado sobre la cabeza del Apolo, que toca y cubre todas sus partes”. Hay pues en estas palabras el espíritu de innovaciones industriales y artísticas de la época.
Una clara consecuencia del historicismo es la división de la labor del arquitecto entre los diversos cometidos. Podemos hablar del proyecto y ejecución que se fractura y se maneja por diversos lados desde el renacimiento.
Pero los estilos son, virtualmente, infinitos, pero a inicios del siglo XIX llegan a ser innumerables, así que los constructores tenían un campo laboral vasto al menos que se especialicen en algunos de los tantos estilos.
Un gran apoyo a los sistemas constructivos de la época resulta ser la maquina.
En este periodo ya el arquitecto se reserva la parte artística, dejando a parte la constructiva. Se produce pues “la ruptura entre la ciencia y su técnica , por un lado y por el otro el arte”. Es por esto que los artistas discuten los logros y fallas de la parte arquitectónica.

La Revolución Industrial transformó la vida de la ciudad e hizo posible una mayor productividad, que determinó sostener concentraciones demográficas cada vez más densas en Europa y posteriormente en otras zonas del mundo. Teniendo un punto de partida en el proceso industrial durante los siglos XVIII y XIX, que requirió la concentración de la mano de obra cerca de las fuentes de energía y transporte.

Causas

La existencia de controles fronterizos más intensos evitaron la propagación de enfermedades y disminuyó la propagación de epidemias como las ocurridas en tiempos anteriores. La revolución agrícola británica hizo además más eficiente la producción de alimentos con una menor aportación del factor trabajo, alentando a la población que no podía encontrar trabajos agrícolas a buscar empleos relacionados con la industria y, por ende, originando un movimiento migratorio desde el campo a las ciudades así como un nuevo desarrollo en las fábricas. La expansión colonial del siglo XVII acompañada del desarrollo del comercio internacional, la creación de mercados financieros y la acumulación de capital son considerados factores influyentes, como también lo fue la revolución científica del siglo XVII. Se puede decir que se produjo en Inglaterra por su desarrollo económico.
La presencia de un mayor mercado doméstico debería también ser considerada como un
catalizador de la Revolución industrial, explicando particularmente por qué ocurrió en el Reino Unido.
La invención de la
máquina de vapor fue una de las más importantes innovaciones de la Revolución industrial. Hizo posible mejoramientos en el trabajo del metal basado en el uso de coque en vez de carbón vegetal. En el siglo XVIII la industria textil aprovechó el poder del agua para el funcionamiento de algunas máquinas. Estas industrias se convirtieron en el modelo de organización del trabajo humano en las fábricas.
Además de la innovación de la maquinaria, la cadena de montaje contribuyó mucho en la eficiencia de las fábricas.
Revolución agrícola: aumento progresivo de la producción gracias a la inversión de los propietarios en nuevas técnicas y sistemas de cultivo, además de la mejora del uso de fertilizantes.
El desarrollo del capital comercial: Las máquinas se aplicaron a los transportes y a la comunicación iniciando una enorme transformación. Ahora las relaciones entre patronos y trabajadores es únicamente laboral y con el fin de obtener beneficios.
Cambios demográfico-sociales: la modernización de la agricultura permitió un crecimiento demográfico debido a la mejora de la alimentación. También hubo adelantos en la medicina y en la higiene, de ahí que creciera la población. También hubo una emigración del campo a la ciudad porque la ocupación en labores agrícolas disminuyó mientras crecía la demanda de trabajo en las ciudades.
Esta primera revolución se caracterizó por un cambio en los instrumentos de trabajo de tipo artesanal por la
máquina de vapor, movida por la energía del carbón. La máquina exige individuos más calificados, produce una reducción en el número de personas empleadas, arrojando de manera incesante masas de obreros de un ramo de la producción a otra. Especialmente del campo a la ciudad.



Etapas de la Revolución Industrial
La Revolución industrial estuvo dividida en dos etapas: La primera del año 1750 hasta 1840, y la segunda de 1880 hasta 1914. Todos estos cambios trajeron consigo consecuencias tales como:Demográficas: Traspaso de la población del campo a la ciudad (éxodo rural) — Migraciones internacionales — Crecimiento sostenido de la población — Grandes diferencias entre los pueblos — Independencia económica Económicas: Producción en serie — Desarrollo del capitalismo — Aparición de las grandes empresas (Sistema fabril) — Intercambios desiguales Sociales: Nace el proletariado — Nace la Cuestión social Ambientales: Deterioro del ambiente y degradación del paisaje — Explotación irracional de la tierra. A mediados del siglo XIX, en Inglaterra se realizaron una serie de transformaciones que hoy conocemos como Revolución industrial; dentro de las cuales las más relevantes fueron:La aplicación de la ciencia y tecnología permitió el invento de máquinas que mejoraban los procesos productivos. La despersonalización de las relaciones de trabajo: se pasa desde el taller familiar a la fábrica. El uso de nuevas fuentes energéticas, como el carbón y el vapor. La revolución en el transporte: ferrocarriles y barco de vapor. El surgimiento del proletariado urbano.


Las ciudades industriales aparecieron rápidamente en el Reino Unido, noreste de Europa y nordeste de los Estados Unidos. De manera simultánea, las ciudades ya existentes aumentaron su población. En l850, menos del 7 % de la población mundial vivía en centros urbanos de más de cinco mil habitantes. Hacia l950, ya era más del 30%, y en las naciones industrializadas, el doble.
La ciudad industrial trajo consigo la proliferación de viviendas hacinadas para albergar a la multitud de obreros que venían del el campo a la ciudad en busca de trabajo y de mejores niveles de subsistencia.
Surgidas a mitad del siglo XIX, estas ciudades crearon una serie de problemas que, unidos a los que surgieron posteriormente, en especial el crecimiento desmesurado de los núcleos urbanos, han llevado a los arquitectos, urbanistas, planificadores y gobernantes a diseñar ciudades un poco más racionales y humanas.
Es cuando la introducción de nuevos materiales como el cemento, el hierro y el cristal determinaron el nuevo reto constructivo propio de la revolución industrial. Las fábricas, las minas y el ferrocarril, estimularon la formación de nuevos núcleos urbanos que dieron al traste con los conceptos tradicionales del urbanismo. Y la superpoblación de las ciudades industriales, se unió la deficiente planificación constructiva, insuficiencias infraestructurales y una creciente contaminación ambiental.
Los retos para las urbanistas no se hicieron esperar: grandes innovadores se hicieron presentes en las grandes transformaciones de la mitad del siglo XIX y principios del siglo XX. La gran remodelación de París, por ejemplo, se debe al Barón Georges-Eugéne Haussmann. Este renovador abrió nuevas redes variadas, al crear otra versión del sistema axial barroco. Ordenó la construcción de nuevos edificios públicos, planteó un sistema que iría a garantizar buenas condiciones de habitabilidad para los sectores sociales bajos y creó parques y jardines públicos, cuando esto sólo existía en el hábitat privado de los nobles.
Los problemas de la ciudad industrial como la contaminación y la aglomeración, produjeron tempranamente la revolución en la planeación con Le Corbusier, quien ideó la "ciudad verde" con espacios abiertos, las "unidades de habitación", los espacios habitables organizados, las edificaciones de carácter vertical, íntimamente ligadas al espacio circundante; separación de las vías peatonales de las automovilísticas y le dio a cada sector urbano su propia función. De ahí provienen el funcionalismo y el racionalismo en materia de planificación urbana.
Pero en Latinoamérica los fenómenos de la industrialización ligados al urbanismo, han sido mucho más abruptos que en otros lugares del mundo. Estuvieron ligados al nacionalismo y al populismo, al modelo de industrialización para la sustitución de las importaciones, a las violencias y a la migración campo-ciudad. Con todo ello, surgieron los barrios industriales, generalmente de manera lineal a lo largo de las grandes arterias; así aparecieron los suburbios, los tugurios, los conventillos, las vecindades y las favelas. Y con ellos sobreviene el desarraigo de los nuevos habitantes de la ciudad.
Si el capitalismo tendía a extender el dominio del mercado y a convertir todas las partes de la ciudad en un producto negociable, el paso del artesanado urbano organizado a la producción fabril en gran escala transformó las ciudades industriales en oscuras colmenas que diligentemente resoplaban, rechinaban, chillaban y humeaban durante doce y catorce horas por día, a veces sin interrupción el día entero. La rutina esclavizadora de las minas, el trabajo en las cuales constituía un castigo intencional para delincuentes, se convirtió en el medio normal del nuevo trabajador industrial.

La Ciudad Industrial

Tal vez el hecho más colosal en toda la transición urbana fue el desplazamiento de población que se produjo en todo el planeta. Y este movimiento y reasentamiento fue acompañado por otro hecho de importancia colosal: el portentoso aumento de la población. Este aumento influyó sobre países industrialmente atrasados, como Rusia, con una población predominantemente rural y una tasa elevada de nacimientos y defunciones, tanto como influyó sobre los países progresivos principalmente mecanizados y que ya no eran rurales. El aumento general de la población fue acompañado por la atracción hacia las ciudad del excedente y una enorme ampliación de la superficie de los centros mayores. La urbanización aumentó en proporción casi directa con la industrialización: en Inglaterra y Nueva Inglaterra resultó finalmente que más del ochenta por ciento de toda la población vivía en centros con más de veinticinco mil habitantes .


Asì, el crecimiento de la población presentó dos rasgos característicos durante esta época: una concentración general en las regiones carboníferas, donde florecieron las nuevas industrias pesadas, la minería del hierro y el carbón, las fundiciones, las cuchillerías, la producción de ferretería, la fabricación de vidrio y la construcción de máquinas. Y, por otra parte, un aumento de la densidad de la población a lo largo de las nuevas vías férreas, con una notoria coagulación en los centros industriales situados a lo largo de las grandes líneas troncales y una segunda acumulación en las principales poblaciones de confluencia y terminales de exportación. Con esto coincidió una disminución de población y de actividades en el interior del país: el cierre de minas, canteras y hornos locales y el uso decreciente de carreteras, canales, fábricas pequeñas y molinos locales .La fábrica se convirtió en el núcleo del nuevo organismo urbano. Todos los demás elementos de la vida estaban supeditados a ella. Por lo común, la fábrica reclamaba los mejores lugares: en el caso de la industria del algodón, de las industrias químicas y de las industrias del hierro, generalmente los sitios próximos a una ribera; porque ahora se requerían grandes cantidades de agua en los procesos de producción, para abastecer las calderas de vapor, enfriar las superficies calientes y hacer las soluciones químicas y los tintes necesarios. Por sobre todo, el río o el canal desempeñaba aún otra función importante: constituía un vertedero más barato y más conveniente para todas las formas de desperdicios solubles o flotantes . El vapor trabajaba con más eficacia en grandes unidades concentradas, al no estar las diversas partes de la fábrica a más de medio kilómetro del centro energético: cada máquina de hilar o cada telar tenía que sacar energía de las correas y los ejes de transmisión accionados por la máquina de vapor central. Cuanto más unidades había en un punto determinado, más eficaz resultaba la fuente de energía y de aquí la tendencia al gigantismo. Las grandes fábricas, como las que se desarrollaron en Manchester y New Hampshire a partir de la década de 1820 —reiteradas en New Bedford y Fall River—, podían utilizar los instrumentos más nuevos para la producción de energía, en tanto que las fábricas más pequeñas se hallaban en una situación de desventaja. Una sola fábrica podría emplear doscientos cincuenta operarios. Una docena de fábricas de estas dimensiones, con todos los instrumentos y servicios necesarios, constituía ya el núcleo de una población considerable .Las viviendas estaban situadas a menudo dentro de los espacios sobrantes entre las fábricas y los cobertizos y las estaciones del ferrocarril. Se consideraba una delicadeza afeminada prestar atención a problemas como los de la suciedad, el ruido y las vibraciones. Las casas para los obreros, y a menudo también las de la clase media, solían edificarse pegadas a una función de hierro, un establecimiento de tinturas, una fábrica de gas o un desmonte de ferrocarril . Tanto en las viejas como en las nuevas viviendas se alcanzó un grado tal de inmundicia como no se lo conoció, puede decirse, ni siquiera en la choza del siervo más abyecto de la Europa medieval .El capitalismo renaciente del siglo XVII trató el lote y la manzana, la calle y la avenida como unidades abstractas para la compra y venta, sin respeto alguno por los usos históricos, las condiciones topográficas o las necesidades sociales. Si el trazado de un ciudad no tiene relación con niguna necesidad humana, fuera de los negocios, el plano urbano puede simplificarse: el trazado ideal para el hombre de negocios es aquel que puede reducirse a unidades monetarias uniformes para la compra y venta . Ya el vecindario o el distrito no constituye la unidad fundamental sino el lote para la edificación independiente, cuyo valor puede medirse en términos de metros de frente: esto hace ventajoso el oblongo de frente angosto y gran profundidad, que proporciona una cantidad mínima de luz y aire a los edificios, los lotes hacían ventajosa la manzana de edificios rectangular, que volvió a ser la unidad corriente de extensión de la ciudad .La tierra urbana se convirtió ahora en un mero artículo de consumo, como ya había ocurrido con la mano de obra: su valor comercial expresaba su único valor. Concebida como una aglomeración puramente física de edificios arrendables, la ciudad proyectada con este criterio podía extenderse en cualquier dirección, limitada tan sólo por insuperables obstáculos físicos y por la necesidad de transporte público rápido. Toda calle podría convertirse en una calle de tránsito; todo barrio podría convertirse en una calle comercial .

La relación con el entorno.Los fundamentos económicos de este modelo fueron la explotación de las minas de carbón, la producción muy aumentada de hierro y el uso de una fuente constante y segura, aunque sumamente ineficaz, de energía mecánica: la máquina de vapor.El hierro y el carbón dominaron este período. Su color se extendió por todos sitios, del gris al negro: las botas negras, el tubo negro de la estufa, el coche o las carrozas negras, el marco negro de hierro del hogar, y negras todas las cacerolas y cocinas. El hierro se convirtió en el materia universal. Uno se acostaba en una cama de hierro y se lavaba la cara en su palangana de hierro, se hacia gimnasia con palanquetas de hierro . En todos los aspectos más generales, la industria paleotécnica dependía de la mina, los productos de la mina dominaban su vida y determinaban sus inventos; de la mina llegó la bomba de vapor y la máquina de vapor, la locomotora y el barco de vapor, la escalera mecánica, el ascensor .La migración agrícola extendida contribuyó, a su vez, a introducir en el sistema europeo de agricultura los recursos de partes hasta entonces inexploradas del mundo, en especial toda una serie de nuevos cultivos vigorizados, como el maíz y la patata, y ese punzante elemento de descanso y ritual social que es la planta de tabaco. Además, la colonización de tierras tropicales y subtropicales agregó otro cultivo vigorizado que, por primera vez, llegaba a Europa en gran escala: la caña de azúcar .La primera marca de la industria paleotécnica fue la contaminación del aire y la de las aguas fue la segunda. En este mundo paleotécnico las realidades eran dinero, precios, capital, aciones: el ambiente mismo, como la mayor parte de la existencia humana, se trataba como una abstracción. El aire y la luz del sol, por su escaso valor de cambio, no tenían realidad alguna. En las nuevas industrias químicas que surgieron durante este período no se hizo ningún esfuerzo serio para combatir la contaminación del aire y de las aguas, ni tampoco para alejar dichas industrias de las zonas habitadas de las ciudades. Adonde fueran las fábricas, los ríos se ensuciaban y hacían tóxicas las aguas: los peces morían y el agua quedaba inutilizada para la bebida o para el baño, pero con la nueva concentración de la industria en la ciudad industrial existía una tercera forma de contaminación, la del excremento humano vertido sin consideración en los ríos y las aguas de las mareas sin ningún tratamiento previo. Careciendo de los primeros elementos de limpieza, de suministro de agua, de reglamentos sanitarios, de los jardines de la antigua ciudad medieval que hacían posible los medios más elementales para deshacerse de la inmundicia. Las nuevas ciudades industriales se convirtieron en caldo de cultivo de enfermedades. Florecían las enfermedades de la suciedad y las de la oscuridad .Esta suciedad y esta congestión, malas en sí mismas, acarreaban otras pestes: las ratas que transmitían la peste bubónica, las chinches que infestaban las camas y hacían un tormento del sueño, las pulgas que difundían el tifus, las moscas que visitaban por igual la letrina en el sótano y la comida del bebé. Además, la combinación de cuartos sombríos y paredes húmedas constituían un medio casi ideal para el cultivo de bacterias, sobre todo considerando que los cuartos repletos de gente proporcionaban las posibilidades máximas de transmisión a través del aliento y el tacto .Si la carencia de cañerías y de obras sanitarias municipales creaba espantosos hedores en estos nuevos sectores urbanos, y si la diseminación de excrementos conjuntamente con la contaminación de los pozos locales, significaba una difusión correlativa de la tifoidea, la carencia de agua resultaba aún más siniestra, eliminaba la posibilidad misma de limpieza doméstica o de higiene personal .Si se considera la tasa de mortalidad infantil, la comprobación resulta aún más penosa. En la ciudad de Nueva York, por ejemplo, la tasa de mortalidad infantil en 1810 osciló entre 120 y 145 por cada millar de niños dados a luz con vida; ascendió a 180 por mil en 1850, a 220 en 1860 y a 240 en 1870. Este proceso fue acompañado por una constante depresión en las condiciones de vida, ya que, después de 1835, se difundió el hacinamiento en las casas de vecindario recién construidas. Estos cálculos recientes corroboran lo que ya se sabe sobre la tasa de mortalidad infantil en Inglaterra, durante el mismo período: allí el aumento tuvo lugar después de 1820 y correspondió principalmente a las ciudades. Hay, sin duda, otros factores que también son responsables de estas tendencias retrógradas; pero, como expresión del complejo social íntegro, de la higiene, de la dieta, de las condiciones de trabajo, de los salarios, del cuidado de los niños y de la educación, las nuevas ciudades desempeñaron un papel importante para llegar a estos resultados.








































2 comentarios:

  1. Buen día aunque un buen resumen sobre los temas a tratar, aunque faltan algunos puntos no se consideraron en acontecimiento de la Ciudad Industrial.
    Calificación:
    Resumen en blogs = 13
    Exposición = 14

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  2. buen analisis del trabajo.fato pocos datos adicionales propios de investigacion.
    suerte

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